Danza en la calle |
"Cogito, ergo sum": Pienso, luego existo. Y de ahí en adelante, un sinfín de filósofos que repitieron ad infinitum estas palabras y le dieron tomos y tomos de libro para demostrar que así es la cosa. Pero vino alguien y me dijo (y acá me abstengo de contar toda la historia): Danzo, luego ¡VIVO!
No vayamos lejos, una piedra existe; pero no piensa. Al menos no en el sentido en el que creemos que es pensar. Existe y me lo ha comprobado el miedo que le tengo a alguien que me amenaza con tirarme una piedra. Se que me va a doler. Y nadie me puede convencer que no existe. Al contrario, yo si puedo convencerlos que existe la piedra.
Teorías sobre la danza hay muchas. Pero yo la defino como una expresión corporal del ser humano. Así de simple, amparado en mi propia y pequeña experiencia con relación a la danza. Y a lo largo de la historia es una expresión que ha acompañado a todos los pueblos. David danzó frente al arca; los egipcios representaron la danza que disfrutaban los faraones; los griegos tenían sus propias danzas, y así podríamos mencionar a todos los pueblos de todas las épocas y sitios del mundo en los que la danza no ha faltado. Podríamos creer que los pueblos que no danzan, aparte de ser pueblos tristes, son pueblos que entran en decadencia antes de haber florecido.
A mi me gustan las danzas de todos los pueblos. Unas más que otras. Todas tienen su gracia, producto de su historia. Ciertamente hay un mensaje en cada danza, una idea, algo que se transmite desde quien danza hacia quien disfruta la danza.